¿El 7-1? ¡No, el Maracanazo!

Este 16 de julio debería ser feriado en el vecino Uruguay; los Celestes conmemoran el 65º año de la obtención de la mayor hazaña del fútbol mundial: El Maracanazo.

La prensa actual habla del 7-1 de Alemania sobre Brasil por la cantidad de goles y por que Brasil era el organizador del Mundial, pero el conjunto verdeamarelo que fue humillado, era un equipo al que nadie le daba dos reales en su propia patria, y que la mayoría, apostaba que no iba a ganar el Mundial 2014, pero ¿el Brasil de 1950?.

Si bien no nací en esa época, sino que tres décadas y monedas después, justamente, un 16 de julio, y para colmo, en Brasil, no puedo menos que emocionarme al recordar esta hazaña.

La cosa es que los años que viví en Uruguay, más lo que viví en Brasil, me dieron motivos para escribir esta nota; la Canarinha se comía a los rivales en 1950, la Celeste era desconocida; la gente estaba tan convencida que iban a ganar el Mundial, ya que hasta el empate servía, que prepararon festejos para después del «trámite»…

Era tal el clima de éxito, me contaban los «veteranos» en Brasil, que el 90% de la gente daba por hecho que iban a ganar la final. El sábado 15 de julio, el día previo, estaban comiendo y festejando el título, creyendo que el domingo levantaban el trofeo formalmente, casi, como broche de oro. Brasil tenía un cuadrazo.

Hubo toneladas de fuegos artificiales en torno al «Maraca» que iban a escribir en el cielo «Brasil campeâo 1950».  La plaza estaba preparada para recibir a los campeones y el gobernador del estado ya tenía su discurso preparado.

Pero, los pingos se ven en la cancha. Un tal Obdulio Jacinto Varela se puso la pelota bajo el brazo y llevó a sus compañeros a la victoria; Ghiggia, Schiaffino, Gambetta, y otros no desafinaron.

El «Team Oriental» caía 1-0 en un Maracaná que tenía a 219.990 brasileños delirando y un puñadito de ilusos uruguayos; el relator que transmitía por radio para todo Brasil lo que sucedía, deliraba en la cabina.

Esos ilustres desconocidos de un país chiquito de América del Sur, ahora, precisaban darlo vuelta, pues Brasil hasta con el empate era campeón.

Jules Rimet, presidente de la FIFA, bajó a los vestuarios con un intérprete para leer él mismo el discurso en portugués para que, con una pronunciación clara, poder felicitar a los flamantes campeones del Mundial.

El pope subió cuando faltaban unos minutos, y mientras subía no escuchaba nada, todo era silencio. Rimet se asombró por que ya no era el loquero de hacía un buen rato, pero pensó que la «torcida» se había tomado un descanso, para dejar el alma tras el pitazo final.

Rimet subió y repentinamente vio a unos individuos de celeste abrazarse, cprrer y llorar. No entendía nada. Alguien le dijo «Ganaron los uruguayos 2-1». Se le vino el mundo abajo. Quiso buscar al capitán pero las palabras no le salieron, alguien le arrebató la copa de la mano y salió corriendo gritando «dale campeón, Uruguay nomá»…

No imaginan lo que fue el llanto de los relatores, que por radio, no daban crédito de lo sucedido.

En 2012 estuve en el Pacaembú de San Pablo, estadio mundialista de 1950, y me emocioné al entrar al túnel de la muerte. Era un túnel donde todo visitante estaba obligado a pasar antes de entrar al museo. Allí, todo se ponía oscuro y una pantalla gigante narraba la previa del Mundial, el durante, y el después…

Ah, tiro para Uruguay, claro.

Soy Marcelinho. Gracias por los saludos de cumpleaños 😉

@lostribuneros

 

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